Dejar las adicciones puede hacerse a través del reflejo en los problemas que enfrentan otros adictos que pasan lo mismo. Esto lo ha demostrado por más de 40 años el modelo con influencias psicológicas de las conocidas como Comunidades Terapéuticas. Aunque parece un término algo complejo en realidad ha resultado ser efectivo en países como nuestro vecino norteño Estados Unidos. Asimismo se ha probado el tratamiento de las adicciones a sustancias psicoadictivas con este esquema para enfrentar el problema directamente. En el caso de Puebla destaca el caso de Comunidad Terapéutica Flor y Canto, un modelo residencial con esos principios de comunidad. Pero, ¿en qué consiste integralmente esta modalidad para atender los problemas de los adictos y su relación con las sustancias? Conocer esta propuesta resulta interesante tanto para quienes viven el problema directamente, como para quienes lo hacen con un cercano.
De manera general se considera como un espacio libre de drogas en el que se enfrenta la adicción en comunidad. Una de las características principales es el tema de las jerarquías controladas y el rol que estas juegan para tratar. Y es que entre los mismos adictos en recuperación que forman parte de la comunidad se van rolando los grados. Según la etapa del tratamiento se asumen entre ellos etapas de responsabilidad cada vez mayores a nivel personal y social. La influencia entre compañeros que se encuentran es este proceso de rehabilitarse tiene entonces un impacto a un nivel grupal. Se ayuda a cada persona a aprender y a asimilar las normas sociales, por otro lado se desarrollan también habilidades. En el caso de Comunidad Terapéutica Flor y Canto por supuesto, no sólo está el trabajo entre adictos sino especialistas en psicología.
Para esta comunidad terapéutica el modelo se sigue en un ambiente estructurado y con un diseño que permite un enfrentamiento. Este de las adicciones de cada persona con lo que se observa en la convivencia con sus pares también rehabilitándose. La situación la tolera voluntariamente el residente y se caracteriza por estar cargada de un clima de alta tensión afectiva. Se estructuran una serie de actividades en las que se consideran roles que responden a las jerarquías explicadas con anterioridad. Así, podemos ver en el mismo espacio la convivencia de roles de responsabilidades y de hermanos mayores y también menores. Estos esquemas van acompañados también de una serie d servicios para quienes se rehabilitan bajo el esquema de comunidades terapéuticas.
El plan de tratamiento en Comunidad Terapéutica Flor y Canto, está personalizado en función de la sustancia adictiva a combatirse, también la edad y el sexo. Por otro lado se considera según cada caso el tipo de residencia y de convivencia que tendrá en la comunidad. El proceso de desintoxicación nuevamente es un tema personalizado en función de la sustancia y el nivel de toxicidad alcanzado. Junto con el adicto se considera también integrar al proceso tanto a sus familiares como otras personas cercanas a ellos. Finalmente otro servicio integrado es el de las terapias psicológicas, psiquiátricas y médicas requeridas, a nivel individual, grupal y familiar.
Una autora que se ha centrado en analizar el tema de las comunidades terapéuticas para adictos es María Elena Goti. Algunos textos que se pueden consultar para conocer más sobre este tema sugieren la historia y los antecedentes del modelo. Al respecto cita un dato interesante de la Alejandría, hoy Egipto, pero en el año 25 antes de Cristo (AC). A respecto Goti narra cómo había una comunidad en la que sus integrantes accedían por presentar situaciones adversas como ahora. Para la autora un referente a analizar es el de los Alcohólicos Anónimos que, aunque con diferencias tiene puntos comunes.
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