Si algo ha tenido a los poblanos pegados a la televisión y redes sociales este sábado es la boda real. Para quien lo ignore, la de Reino Unido entre el Príncipe Harry Duque de Sussex y la actriz Meghan Markle. Como en toda boda real, esta del segundo hijo de la Princesa Diana estuvo llena de simbolismo, elegancia y colorido. A niveles tan altos que no ha faltado el que al verla elogie toda esa historia de inalcanzables seres humanos. Seres a quienes no podría permitírseles padecer desórdenes alimenticios.
Tampoco ha faltado el que al verla sugiera que con tanto amor derramado le entraron ganas de casarse con alguien. Como en todo cuento de princesas pareciera que al final de la transmisión internacional seguiría la frase que todos conocemos. Sí pues, una muy irreal que todos hemos escuchado en decenas de historias de ficción; «Y vivieron felices para siempre». Por supuesto que eso se queda en la ficción porque en la vida real ni ellos logran esa eterna felicidad. No desde la perspectiva que en este blog nos interesa y que tiene que ver por supuesto con la psicología.
Y es que la historia de la realeza en todo el mundo está llena de personajes que han padecido males. Los hay variados, sin embargo en esta ocasión nos concentraremos en los que tienen que ver con los desórdenes alimenticios.
Reflexionar sobre cómo hasta en esos niveles se viven problemas psicológicos ayuda a orientar a esa audiencia poblana que mencionamos. Finalmente las reinas y princesas acaparan con regularidad las páginas de publicaciones internacionales de la prensa rosa y del corazón. Mostrándose como seres perfectos que no sólo tienen para portar las marcas más reconocidas del mundo sino portarlas bastante bien. Y no sólo porque tengan resuelta la economía, no, también suelen aparecer con tallas perfectas y cuerpos sin marcas visibles. Esto, sin importar la edad que vayan poco a poco alcanzando por lo años e incluso después de los embarazos. Como si no sufrieran por pensar en la gordura y en los efectos que la comida puede tener en ellas.
Nada más irreal si se analiza lo que ha pasado con varias historias de las mujeres que integran la realeza. Así pues, conocer de cerca esas experiencias es una forma de decirle al resto del mundo que todos son susceptibles. Que se sea o no de este muy, muy, muy reducido de la sociedad se pueden padecer los desórdenes alimenticios.
Entre los casos más emblemáticos que están al alcance de los seguidores poblanos hay tres con problemas psicológicos ampliamente documentados. El más representativo en este contexto del que hablábamos al principio es el de Diana Windsor, la Princesa de Gales. La fallecida suegra de la canadiense Markle llegó en vida a reconocer su bulimia y a abrirse ante el mundo.
Según llegó a relatar sus problemas empezaron justo cuando conoció al Príncipe Carlos con quien tuvo un amor además tortuoso. Le hacía ver que la veía un tanto gordita en el noviazgo y rumbo a la boda esto empeoró. En uno de sus relatos Diana recuerda cómo en la primer prueba del vestido de novia su cintura medía 73 centímetros. Este no era un parámetro alto, pero para el día de la boda la Princesa alcanzó menos, unos 60 centímetros. Al tratarse de una figura pública y con gran carisma, que hablara del trastorno tuvo consecuencias en verdad bastante interesantes.
Tras la publicación del libro «Diana: Su Verdadera Historia» provocó en 1992 que mujeres en situaciones similares decidieran buscar apoyo. Otras historias similares son la de su cuñada Sarah Ferguson Duquesa de York así como la Princesa Victoria de Suecia.
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