Los padres que sufren el duelo de un hijo quedan marcados en el alma. Y es que naturalmente ningún padre está preparado para decir adiós a sus hijos. Pero por infinidad de situaciones, la muerte de un hijo puede llegar a ocurrir.
Para comenzar podemos explicar que es el duelo.
El duelo es un proceso psicológico que surge a partir de la perdida principalmente de un ser querido. Aunque el duelo también puede ser por un objeto, mascota, trabajo, objetivos, etc. Debemos entender que la persona u objeto que perdemos siempre se lleva una parte de nosotros. En este caso en específico nos centramos en la perdida de un hijo. La perdida no es necesariamente física, también puede ser psicológica.
Por ejemplo, cuando nuestro hijo nace con alguna enfermedad que le impide realizar actividades como un niño normal. Cuando pasamos por un divorcio y nuestros hijos nos son arrebatados para quedarse con la pareja. O cuando nuestro hijo cae en un problema de adicciones. En estos casos se rompen las expectativas que una vez como padres nos habíamos imaginado. Con lo anterior me gustaría resaltar la importancia de un hijo para la estructura psíquica de sus padres. Como menciona el filosofo Martin Buber “no existe un Yo si no hay un Tu” y viceversa. Esto nos quiere decir que no puede haber un hijo sin padre ni tampoco un padre sin hijo. Desde el momento en que nace nuestro hijo dejamos de ser “Fulanito” para convertirnos en Papá o Mamá. Y cuando perdemos a un hijo perdemos también esa identidad
El proceso del duelo propuesto por Elisabeth Kübler-Ross se divide en 5 etapas. Cabe señalar que estas etapas son temporales y no llevan un orden en específico.
Negación: es algo normal pasar por la no aceptación de la pérdida de un hijo o un ser querido. Es un mecanismo de defensa para soportar el impacto de este evento. Nos negamos a aceptar la realidad que nuestro hijo ya no regresara.
Ira: es un coraje hacia el abandono de la persona que fallece, en este caso nuestro hijo. También es común sentir un enojo profundo con Dios y preguntarse ¿Qué he hecho yo para merecer esto? Para poder salir de esta etapa, debemos expresar toda nuestra ira, a través de diferentes técnicas. Puede ser por medio una carta o en terapia por medio de la silla vacía en un proceso terapéutico.
Negociación: en esta etapa principalmente es un dilema sobre lo que hubiéramos podido hacer y lo que en realidad paso. Es una de las etapas más cortas pero a la vez una de las más agotadoras emocionalmente. Para esta etapa es importante comenzar a realizar actividades cotidianas que no impliquen complejidad. Esto se debe a que se llegan a tener infinidad de pensamientos que pueden llegar a alejarse de la realidad.
Depresión: es una de las etapas más difíciles debido a dolor y sensación de vacío que nos invade. Durante este tiempo se tiene un aislamiento social, pocas ganas de realizar actividades cotidianas o incluso pensamientos suicidas. Por lo cual es importante acompañar al paciente más afectado para evitar un accidente.
Aceptación: es la etapa más consciente, en la cual se aprende a aceptar la perdida de nuestro hijo. Esto no quiere decir que se deje de sentir dolor, sino que se aprende a convivir con él. Entender la realidad que nos toca vivir haciéndonos responsables de nuestra propia vida de ahora en adelante.
Con todo este suceso del duelo no solo se presentan malestares psicológicos sino también físicos. Falta de atención, insomnio, falta de apetito, cansancio, irritabilidad y dolores de cabeza. Debemos de tener en consideración que nuestro sistema inmune se encuentra debilitado por el estrés. Y por ello nuestro cuerpo esta propenso a sufrir de muchas enfermedades menores como refriados o infecciones.
Lo más importante de este proceso es honrar la memoria de nuestro hijo. Y la mejor forma de hacerlo es continuar con nuestra vida de manera plena. Reconociendo los momentos agradables que vivimos a su lado y que mantendremos en nuestra memoria.
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