Hace unos días reflexionaba en este espacio sobre la relación existente entre la huachicultura y el estudio de la psicología. Es decir, en los comportamientos que presentan las personas que por su ubicación geográfica se relacionan con los famosos huachicoleros. Esos que se identifican con ese nombre por dedicarse al robo de hidrocarburos que tanto nos ha afectado en Puebla. Siguiendo en esta misma línea, hoy me centraré en una estrategia que busca atender a los más frágiles del eslabón. Los niños que son mucho más susceptibles a relacionarse con el robo de hidrocarburos y formar parte de la huachicultura. Los niños del Huachicol.
Ubicada al norte de la ciudad y en los límites con Amozoc, existe la junta auxiliar de Santa María Xonacatepec. Alguna vez su nombre estuvo relacionado con actividades de la vida del campo en plena capital del estado de Puebla. Hoy, sin embargo, aparece en las noticias por el constante robo tanto de los ductos de gasolina como de gas. Sobre todo de este segundo material que es mucho más peligroso, pues una perforación a las tuberías puede generar explosiones. Dado que en la cadena delictiva acaban participando familias, el gobierno busca ahora empezar con la psicología de los niños. Estos niños del Huachicol.
La premisa de la que se parte es que los padres de familia tienden a participar con huachicoleros como halcones. A cambio de dinero se convierten en los ojos y oídos de los delincuentes para advertirlos de riesgos que afecten. Y si los padres de familia se sumergen en la huachicultura poblana es de entenderse que impacte a los niños del Huachicol. De ahí que autoridades de los tres niveles de gobierno hayan decidido centrarse en sus comportamientos para concretar la prevención. La clave para ellos está en qué es lo que protagoniza los juegos de los habitantes más pequeños de Xonacatepec.
Se trata de la campaña Juguemos sin Violencia que encabeza la Secretaría de la Defensa Nacional e impulsa el estado. El martes la puso en marcha el gobernador Antonio Gali Fayad justo en el centro de la junta auxiliar mencionada. Ahí, a decenas de niños del Huachicol (posiblemente), los cambiaron sus juguetes bélicos por bicicletas y juguetes didácticos que fueron donados por altruistas. Las armas de a mentiras fueron destruidas por los elementos del Ejército Mexicano como lo hacen con las armas reales. Abordaron con esto no un tema que interesa a la psicología y tiene que ver con las herramientas de juego.
El dilema de la psicología en cuanto a los juguetes bélicos parte de definir qué son estas herramientas de juego. En términos generales se trata de piezas que recrean las actividades de la guerra y la violencia que genera la misma. Como en muchos otros temas de estudio de la psicología, aquí hay también posturas encontradas que resultan bastante interesantes. Por un lado están quienes creen que el juguete en sí no tiene el potencial de malear a un niño. Hacer a un niño del Huachicol. Se cree por otra parte, que tiene mucho mayor impacto el contexto en el que este vive y temas como la televisión y sus contenidos. En contraparte están quienes sí consideran que el juguete bélico tiene su propia carga y de alguna forma impacta comportamientos. Y por ende dirigiría a los niños del Huachicol por ejemplo a esas actividades.
Ciertamente desde ambas perspectivas psicológicas podemos verle lo positivo a la campaña del gobierno con respecto a los juguetes bélicos. Al final el contexto en el que viven los niños del Huachicol en sitios como Xonacatepec con la huachicultura es ya negativo. Tienen todo a la mano para involucrarse tarde o temprano como lo hacen de halcones los mismos padres de familia. El que tengan para jugar bicicletas y juguetes didácticos les puede dar pie algunos años otra perspectiva de la realidad.
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