Hace ya 13 años que el primer capítulo de Peppa Pig conoció la luz y su franquicia sigue acaparando seguidores. Pensada para un público de entre 4 y 8 años, supone que las primeras generaciones ya son mayores de edad. En su historia televisiva suma un total de cuatro temporadas de 52 episodios y cuatro especiales de un episodio único. Se estima que comercialmente hablando hasta 2016 se habían diseñado en torno a Peppa hasta más de 12 mil productos. Pero, ¿tiene algo que ver la cerdita rosa de origen británico con la psicología y con trastornos como el autismo?
Junto con la popularidad creciente y estable de la caricatura, han surgido también las polémicas, inconformidades y hasta estudios inventados. Las primeras han ido desde capítulos en que la familia protagonista no usó cinturón de seguridad mientras viajaban en auto. Surgió también una historia de terror que asegura que el guion se basó en la historia de una niña traumada. Hija de una madre asesina y un padre que criaba cerdos, se viralizada, la verdadera Peppa murió triturada por error. Como si esta historia no fuera suficiente, sobre el personaje también se difundió un artículo sobre Harvard y el autismo.
Un estudio psicológico de la reconocida universidad, replicaron incluso varios medios formales en 2016, demostraba un vínculo con el desorden. La afirmación parecía mucho para una caricatura que con simpleza muestra valores y las actividades de niños con formas atropomorfas. Aunque el tema comenzó a reproducirse como sucede con casi todo en la era digital, no faltó quien respondió dudas. En línea resulta atractiva por lo completo y fundamentado de la publicación, el caso de un artículo del sitio Kidspot. El portal informativo enfocado en la paternidad buscó fuentes, las desmenuzó y pudo explicar a miles de padres la mentira.
Citaron otro sitio, Medium, que habló de Peppa y el autismo como noticia de esas que el lector debe confirmar. Aunque el epidemiólogo al que adjudican el estudio, Marc Wildenberg, existe, una búsqueda seria en Google descarta que aseverara relación. Los de Kidspot no sólo citaron este análisis de noticias falsas sin que buscaron a los grupos de autistas estadounidenses. La respuesta a la petición para que los expertos les explicaran esa información falsa, fue contundente: hacerlo les resultaba ridículo. La situación, ahondaron, sin embargo, refleja un problema mayor relacionado con el autismo, el hecho de que genere pánico social.
Para el portal sobre paternidad, esta mala broma no ayuda en nada y menos a los padres con hijos autistas. Enfrentar un trastorno mental desconocido en que los menores se concentran en su mundo interior, argumentaron, es en sí difícil. El padecimiento, expresaron debe dejar de verse como el coco de los niños, como algo malo si se les diagnostica. Basta lanzar una pregunta seria, ¿cómo afecta la estigmatización a los padres de menores autistas y a los propios menores? La alternativa, expone Kidspot, es que ante casos como el de Peppa Pig se reflexione en la aceptación y educación.
Como conclusión ante el análisis de una más de las mentiras en torno a la caricatura inglesa pidieron actuar bien. Para ellos fue una buena lección para padres, pues una cerdita demostró que hay que pensar antes de compartir publicaciones. Hacerlo, aseguraron a sus lectores, es un ejercicio que no lleva más de dos minutos durante la actividad en redes. Esa simple pausa mientras se navega en Facebook o Twitter, agregaron, puede ayudar a frenar la divulgación de información errónea. Al final, reconocen, los papás viven con culpa constante por sus decisiones y Peppa Pig no debe ser otra causa.
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