La Semana Santa 2018 es una de las celebraciones más coloridas de poblanos y mexicanos e influye en ella la psicología. Por un lado están los vínculos que este campo de estudio tiene con conceptos de la fe y la religión. Sin embargo está también en todo esto el asunto de la culpa y su relación con el comportamiento del humano.
Y no, no hablamos de la culpa que puede uno llegar a sentir por comer de más o gastar desmedidamente. Sino de culpas que ciertos católicos subsanan a través de prácticas que se han convertido en toda una polémica tradicional. Pero, ¿Cómo puede algo tan personal convertirse en polémico? La respuesta está en actos de daños corporales expuestos al público.
En el caso de Puebla estos fenómenos que se pueden ver desde la psicología suceden en Atlixco y en Soltepec. En el primer caso son internacionalmente conocidos. Los Engrillados que cada Viernes Santo recorren el Pueblo Mágico con duras cargas. En el cuello, los hombros y la clavícula les cuelgan cadenas que pueden llegar a pesar más de 70 kilos. Los pies van amarrados a una soga con poco espacio para maniobrar durante el recorrido que realizan por calles atlixquenses. En tanto que en diferentes partes del cuerpo se entierran espinas que terminan por hacer todavía más difícil cualquier movimiento.
Según los religiosos que preparan física y espiritualmente a los engrillados se trata de una forma en que cumplen promesas. Entre ellas puede haber mandas por algún familiar enfermo, pero también como una respuesta a un sentimiento de culpa presente.
La tradición de Soltepec se realiza hasta el Sábado de Gloria aunque también está vinculada con los sentimientos de culpa. Aquí se utilizan látigos y los participantes de flagelan en parejas que se organizan en la plaza principal del municipio. En este caso se reconoce como tal el sentimiento de alguna culpa y la idea es recibir y dar castigo. Existen reglas como sólo ciertas partes permitidas y hay quien lo hace con prendas de ropa puestas sobre su cuerpo. Las lesiones, sin embargo, suelen ser bastante profundas y entre participantes se observan incluso las cicatrices de los años previos.
En estas tradiciones de Puebla, la psicología opera en torno a lo que se define como un sentimiento de culpa. El mismo surge cuando los sujetos estiman haber roto parámetros sociales, religiosos o los que implican valores en círculos cercanos. Visto como factor positivo implicará una experiencia de la que la persona saque una reflexión que le permita un cambio. En tanto que, como un factor negativo se encuentran características en las que sentirse así no es de ninguna utilidad. En ambos casos lo que se debe hacer es reconducir las emociones que quien siente culpa por algo carga consigo.
Para la religión en cambió la visión de la culpa es incluso como de una herramienta de utilidad entre fieles. La misma, describen algunas publicaciones especializadas en catolicismo permiten discernir entre lo que significa el bien y también el mal. Al conocer estos dos polos de comportamiento las personas pueden entonces guiar sus vidas y tomar las decisiones en consecuencia.
Con el ejemplo de estas tradiciones poblanas vemos cómo también se busca dar solución psicológica y religiosa a las culpas. Al final se trata de una forma que los creyentes encuentran suficiente para demostrar que subsanaron un error propio. El hecho de implicar lesiones severas puede ser cuestionable, sin embargo, no deja de ser un método de índole personal. En el proceso, por lo tanto, no acaban afectadas personas que rodean al creyente que carga un sentimiento de culpa.
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