Juan Ignacio entró hasta la oficina del rector de la Universidad Angelopolitana, preguntó por Roberto y cumplió con su venganza. Pasaron 28 años desde que Roberto Corvera Guzmán cambiara la vida del asesino al investigarlo hasta hacer girar su destino. Pudo seguir sus días como pedagogo, pero el procedimiento en su contra lo llevó a la inhabilitación en las aulas. Hasta el viernes en que llegó a un extremo psicológico de detonar el arma trabajaba como operador de transporte público. A tres días de que las balas acabaran con Roberto Corvera Guzmán, la versión de odio es sólo de sus allegados.
De confirmarse el móvil por parte de autoridades, Juan Ignacio sería sólo un vengador en la lista larga de asesinos. Y es que la venganza es una palabra escrita tanto en la historia, la literatura e incluso la propia ciencia. Desde diferentes ramas del pensamiento se ha analizado por qué el ser humano tiene esa hambre y sed por vengarse. Entre los interesados en explicar el fenómeno que implica llegar al extremo de matar, hay sociólogos, historiadores, criminólogos y psicólogos. Todos ellos parten de un principio básico en el acto de vengar: querer que alguien pague por lo que hizo.
Un artículo de la revista Quo sobre el tema expone el recorrido desde varias aristas de los campos de estudio. El primero que exhibe es el de la neurobióloga Tania Singer del University College de Londres, quien demostró un placer. Su investigación dividió a un grupo entre traidores y delatores para demostrar la serotonina generada al castigar a los culpables. Esto mismo, señala el texto de Quo, se demostró, pero en una investigación que realizaron en la Universidad de Zúrich. La diferencia aquí fue que los objetos de estudio jugaron con dinero real y decidieron castigar a sus compañeros traicioneros.
Más allá de un extremo psicológico, vengarse fue también según el texto, un principio previo a los procesos de legalidad. Al estudiar la historia del derecho penal, cita Quo, el jurista Lawrence M. Friedman relató la Era de la Venganza. De inicio, describe, no había sociedad y sin ella, tampoco quieren tuviera la responsabilidad de impartir justicia a los culpables. Así, surgió la Ley del Talión en que el ofendido se vengaba con un daño no mayor al que padeció. Aunque al avanzar la historia del mundo surgieron los sistemas de legales, las ganas de vengar siguió entre los asesinos.
Desde la psicología Quo cita visiones que consideran vínculos de la venganza con sentirse ofendido, el odio y la revancha. La psicóloga Isabel S. Issaburru todo humano se ha sentido ofendido alguna vez y con ello ha experimentado la rabia. Las historias sangrientas, explica la autora, plantean grandes y crueles acciones pero a diario todos vivimos pequeñas muestras de venganzas. Otro psicólogo, Ben Fusch, ha estudiado el desquite, el odio y los extremos que con ellos dos se pueden alcanzar. Según el autor, juntas pueden llevar a cometer atrocidades mucho peores que superen incluso lo que originalmente ofendió al vengador.
El caso de Juan Ignacio y el ultimado rector de la Universidad Angelopolitana parece hasta ahora encajar con eso último. Por su cabeza pudo pasar la idea de vengarse y con ello castigar con ello a alguien que lo mereciera. Su decisión no ocurrió en un contexto en que no existieran leyes y en que la acción tuviera una justificación. Al acabar con una vida, por otro lado, la suya no fue una venganza cotidiana de las vividas a diario. Para esta semana se podrían confirmar los motivos que tuvo el asesino al que lograron detener minutos después del crimen.
CONOCE
® Venganza y Asesinato: Roberto Corvera Guzmán
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