Imagínese lector de este blog que en Puebla existiera la fábrica mexicana de dinero o la casa de papel moneda. Que además, un día de estos un grupo de asaltantes se apodera del lugar y toma de rehenes a trabajadores. En su grupo de víctimas y esclavos están también los integrantes de un grupo de preparatorianos que visitaban el inmueble. Los rehenes y delincuentes se disfrazan por igual con mamelucos rojos y máscaras de Salvador Dalí para despistar a policías.
Obvio en cosa de horas la crisis en el inmueble oficial se convierte en noticia local, nacional y hasta internacional. Todos absolutamente todos en el mundo están a la espera de ver qué cosa van a hacer estos locos delincuentes. Y mientras las autoridades están que se rompen la cabeza con los mensajes que les da el intermediario algo pasa.
Poco en realidad importa lo que puedan investigar porque en la psicología de la opinión pública ya hay cierta simpatía. Sí pues, al final de todo los asaltantes sólo quieren producir millones y millones de billetes para sueños y necesidades. Algo así como lo que hacen los bancos y organismos internacionales para ayudar a empresarios y gobiernos en plena bancarrota. ¿Qué ciudadano mortal, común y corriente no quisiera un día que el dinero se le multiplicará como a los poderosos?
Imagínese que pasa en Puebla porque en realidad pasó en la Madrid de ficción de una popular serie de Netflix. Se trata de La Casa de Papel cuyas dos temporadas han mantenido a los serieadictos entretenidos en todo el mundo.
Algo le pasa a quienes la ven que a los pocos capítulos sienten identificación con quienes en la lógica rechazarían. Los creadores de la serie echaron mano de la psicología y diseñaron personajes a los que se les acaba queriendo.
Entre ellos hay asesinos, distribuidores de drogas e incluso alguien con prácticas sexuales que podrían resultar ilegales en la realidad. Hacia el final de la historia, sin embargo se les añora y defiende en el dilema entre buenos y malos. Quienes han seguido la serie aseguran que todavía no han sabido de alguien que vea como buenos a las autoridades.
Se desea que les vaya bien, que salgan vivos de su hazaña y que de paso roben exitosamente una fortuna. El éxito psicológico de La Casa de Papel en Puebla y el mundo se observa en noticias y tendencias twitteras.
La empresa de entretenimiento Netflix y los actores incluso ya hicieron videos para motivar y antojar a una tercera temporada. La serie les ha dejado seguramente buenas ganancias con el efecto de identificación entre la casa audiencia y los personajes.
Cosa aparte es la publicidad gratuita que los ya fanáticos han dado a la producción al crear y difundir memes. Y cuando se creía que todo quedaría en creativas burlas para reír por horas alguien se tomó en serio delinquir. Por fortuna la imitación de los populares personajes de La Casa de Papel no ocurrió en Puebla sino en Argentina.
Ahí sí que el diseño de la serie desde herramientas de la psicología hizo que la realidad superará la ficción. Según dieron cuenta las noticias el fin de semana pasado detuvieron una peculiar banda de robabancos que atracaban en Argentina.
Y sí, como seguramente se estará el lector imaginando, lo hacían con su máscara de Dalí, como en la serie. Seguramente cuando los creadores de La Casa de Papel se propusieron crear personajes que generan empatía seguramente no vislumbran esto. Sin embargo ya pasó y eso lleva a reflexionar qué tanto se pueden moldear ficciones para generar reacciones en espectadores.
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